Hasta fechas relativamente recientes pervivieron en la literatura
histórico-médica las noticias biográficas y bibliográficas que del
físico (médico, en terminología actual) Julián Gutiérrez de Toledo
aportaron los doctores Antonio Hernández Morejón (1773-1836) y
Anastasio Chinchilla (1801-1867) en sus monumentales Historia
Bibliográfica de la Medicina Española e Historia General de la
Medicina Española, respectivamente. Muy magros son los datos
biográficos que ofrece Chinchilla, quien le supone natural de Toledo
y acompañante de los Reyes Católicos en su recibimiento a
Cristóbal Colón en Barcelona, año de 1493, ciudad en la que
redactó el manuscrito en latín de su primera obra publicada, De
potu in lapidis preservatione (Toledo, 1494), manifestando al
principio que es «medici de curia excelentissimorum regis ac
reginae Ispaniae».
Por su parte Morejón, pero sin aportar fuentes, le considera natural
de Toledo, ciudad en la que estudió Medicina; dice que llegó a ser
médico de cámara de los Reyes Católicos acompañándolos
siempre en sus viajes que fue uno de los primeros individuos que
compusieron el Tribunal del Protomedicato y que falleció en Valladolid
el 24 de abril de 1497, dato que tomó directamente y sin contrastar
del Elogio de la Reina Isabel (Madrid, 1821) de don Diego
Clemencín, publicado y editado por la Real Academia de la
Historia, erudito estudio en el que el ilustre polígrafo amplió el breve
Elogio pronunciado en la junta pública de la corporación celebrada
el 31 de julio de 1807, a partir del cual desarrolla su
documentadísimo texto biográfico sobre la reina castellana, en el que
anota en él, con reservas, y transcribimos fielmente: «que es
muy verosímil que este doctor de Toledo, citado repetidas veces,
fue el doctor Julián Gutiérrez de Toledo, autor de un tratado sobre la
cura de la piedra, y de la hijada y de la cólica renal, que se imprimió
en Toledo año de 1498. El doctor Toledo murió en Valladolid a 29
de abril de 1497, según el diario del regidor Verdesoto». De lo cual
se deduciría erróneamente que la impresión del tratado de la Cura de la piedra en
1498 fue, en consecuencia, póstuma.
El señor Clemencín consideró la posibilidad, cuando estudió el
cartapacio con los manuscritos del denominado por él mismo Diario
del Doctor Toledo, después conocido como el Cronicón de
Valladolid, de que ese doctor-cronista pudiera ser Julián Gutiérrez,
el que atestiguara en su puntual crónica el nacimiento de la reina en
Madrigal de las Altas Torres el Jueves Santo de 1451, con toda
exactitud los desposorios, secreto y público, misas, velaciones y
consumación del matrimonio de don Fernando y doña Isabel en la
casa vallisoletana de don Juan de Vivero los días 18 y 19 de octubre
de 1469 o, anecdóticamente, la sorpresa de la reina cuando le
presentaron en Aranda en 1479 «un asno tan grande como una
hacémila, todo listado de blanco y negro, tal cual nunca fue visto
otro tal en España», es decir, una cebra.
Investigaciones archivísticas diversas relativamente recientes de
las cuales, no obstante, otras, ofreció noticia el ilustre médico
psiquiatra toledano don Rafael Sancho de San Román (1935-2018),
director de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas
de Toledo entre 1979 y 1984 precisamente en la revista de la
corporación (Toletum, 44, 2013 y 50, 2014), han dilucidado
definitivamente la cuestión, pues el doctor de Toledo no resultó ser
aquel Julián Gutiérrez que propusieran Clemencín y Morejón, sino
Juan Rodríguez de Toledo, primero cirujano, desde 1451 a 1497
físico de los reyes, alcalde examinador mayor, después miembro
del primer Tribunal del Protomedicato y catedrático de Medicina en
los Estudios de Valladolid, a quien en 1487 eximiera la reina de la
lectura de su cátedra para poder dedicarse exclusivamente al
servicio de los monarcas, hijo de Diego Rodríguez de Toledo,
médico también y físico en la corte al servicio del rey don Juan II
desde 1441.
El apellido toponímico Toledo/de Toledo es de raíz hebrea
sefardita, identitario de linajes de súbditos castellanos observantes
de la fe mosaica y, cuando las circunstancias político-económicas
se impusieron, de hebreos conversos, de cristianos “nuevos” en la
fe católica, algunos de ellos apóstatas convencidos y otros de
conversión aparente y acomodaticia. La comunidad hebrea alcanzó
elevados empleos en la corte castellano-leonesa y en menor
proporción, en la catalano-aragonesa: por una parte, agentes
fiscales de los monarcas hispano-cristianos, arrendatarios y
tesoreros (almojarifes) de los impuestos y rentas gravadas sobre la
población pechera, financieros de los reyes, resultaron
imprescindibles para sufragar los gastos de la administración real;
por otra, estudiosos de los saberes clásicos trasmitidos desde
Oriente por árabes y bereberes, los hispano-hebreos destacaron
también monopolizando los conocimientos botánicos, médicos y
astrológicos. Familias y linajes emparentados que trasmitieron y
heredaron empleos, oficios y profesiones, principalmente
económicas y científicas.
En la segunda mitad del S XV y a lo largo del Renacimiento, se
produjo una revisión renovadora de la doctrina galénica a la cual se
le añaden saberes astronómicos (astrológicos) que intentan
vincular el microcosmos con el macrocosmos, hombre y universo,
una aportación principalmente derivada de las escuelas científicas
hebreas. Con toda probabilidad nuestro Julián Gutiérrez de Toledo
fue de ascendencia hebrea y cristiano converso, emparentado con
los Rodríguez de Toledo, y se estima que nació en la que pronto
será ciudad imperial hacia 1450.
Unos conjeturan que se aplicó a los estudios médicos en el
toledano Colegio de Santa Catalina, otros, quizá más acertados, en
Salamanca cerca de su contemporáneo el judío portugués Abraham
Ben Zacuto (1452-h.1515), de quien pudo adquirir los
conocimientos médico-astrológicos con los que interrelacionar las
fases lunares y los días críticos, teoría propuesta en la segunda de
sus obras impresas, De computatione dierum criticorum (Toledo,
1495). Están acreditados su empleo como físico de la corte ya en
1491 disfrutando un salario de 90.000 maravedíes, su permanente
proximidad a la reina hasta su fallecimiento en Medina del Campo
en 1504 y la confirmación por don Fernando en su cargo «como
físico que fue de la reina mi señora», y se le expidieron libranzas
desde 1505 hasta 1515. También está documentalmente
confirmado su empleo médico-administrativo como miembro del
Tribunal del Protomedicato, así como las diferencias de criterio
vehementemente sostenidas frente al de sus compañeros
protomédicos Juan de la Parra y Fernán Álvarez de la Reina en
1514 a cuenta de la inspección de pesos, medidas y composición
de los específicos preparados por los boticarios, todo ello con un
trasfondo de intereses económicos, discrepantes por la
interpretación que unos y otros hacían de las Ordenanzas
promulgadas en 1477, 1491 y 1498, a resultas de lo cual y tal vez
también por su origen converso, padeció detención y
procesamiento. Anteriormente, en su condición de Fiel o agente
real, es decir, encargado de hacer cumplir la legislación sanitaria,
mantuvo igualmente disensiones y contenciosos con el concejo
toledano en 1498 y 1509, en los que fuera amparado por la misma
reina tanto desde Alcalá de Henares como desde Valladolid, quien
expresaba en uno de los documentos allí expedidos que «el doctor
Julián es nuestro físico e alcalde mayor de los físicos e cirujanos e
boticarios, e tiene poder de nos para consoçer de las cosas suso
dichas por su persona mesma». Casado con Catalina Briceño, de la
que hubo descendencia y enviudó, en 1509 era propietario de una
casa en el barrio parroquial de san Justo, en Toledo, y en 1518
enajenó unas propiedades en el término de Veragua. Se cree
que aconteció su fallecimiento hacia 1520.
Cierto que la Pragmática de los Reyes Católicos dada en Granada
el 10 de septiembre de 1501 prohibía el ejercicio de la Medicina a
moriscos, hebreos, herejes e hijos y nietos de quemados por el
Santo Oficio. Evidentemente esta pragmática no se cumplió con
Julián Gutiérrez ni con otros muchos, pues hebreos eran la inmensa
mayoría de los imprescindibles, por escasos, médicos en aquel
tiempo, y muchos de estos abrazaron la fe católica y se convirtieron
en cristianos “nuevos”. El físico de la reina Isabel, no obstante sus
orígenes, ya fuera cristiano “nuevo” tibio o entusiasta, continuó bajo
el amparo real y de la misma manera que clérigos de su misma
ascendencia se incorporaron a la Santa Inquisición, Julián Gutiérrez
sirvió en el Tribunal de Protomedicato desde el cual se debía hacer
cumplir ordenanzas y pragmáticas en lo tocante al ejercicio de las
profesiones sanitarias.
El corpus de publicaciones médicas de Julián Gutiérrez de Toledo
se completa con la obra intitulada Cura de la piedra y dolor de la
yjada oy colica rrenal (Toledo, 1498). El Diccionario de Autoridades
(1734) define el sustantivo femenino ijada como «el lado del animal
debaxo del vientre junto al anca». Derivado de la lengua latina Ilia,
ilium, «se debe escribir sin hache, como lo hacen Covarrubias y
Nebrixa». Y así, sin hache, lo escribió Gutiérrez de Toledo, y para
mayor claridad y evitar confusiones con otras enfermedades añadió
en el título oy colica rrenal (hoy cólica renal), porque a quienes
dirige su obra no es solamente a los médicos, sino también a los que
la padecen, a los «apasionados de este mal», especialmente la
parte que consagra a la prevención de la dolencia «en las cosas del
comer y beber y en las otras cosas necesarias», confesando que
con tal objeto la escribe, además con penosidad reconociendo el
esfuerzo que le supone hacerlo en «nuestro castellano vulgar».
De esta obra se hicieron dos ediciones con distinta impresión,
ambas en 1498: la que se reproduce en el presente facsímil,
tamaño folio, a dos columnas y letra Tortis, y otra más modesta en
la que el título está impreso con letras muy pequeñas, carece de
estampa xilográfica en la portada y solo al final presenta una de
escasas dimensiones de los santos Cosme y Damián.
Curiosamente, esta estampa con las imágenes de los santos
patronos de las cofradías médicas es la misma que figura en el
frontis del libro de Alfonso Chirino intitulado Tratado llamado de
menor daño de medicina (Toledo, 1505).
La cura de la piedra es toda una joya bibliográfica de la literatura
urológica universal pues resulta ser la primera monografía que
examina la patología litiásica, dividida por su autor en tres partes:
en la primera se aborda la anatomía y fisiología del aparato urinario
y la etiología de la litiasis; en la segunda, la descripción semiológica
y sintomática del “mal de piedra” y en la tercera y última, la profilaxis
y terapéutica de la enfermedad, en la cual aprovecha el autor para
refundir, revisar y volcar del latín al castellano vulgar su anterior De
potu in lapidis preservatione, y darle así una mayor difusión.
Oficina de Historia de la AEU
Dr. Juan José Gómiz León (director)
Dr. Mariano Pérez Albacete
Dr. Ignacio Otero Tejero
Dr. Luis Fariña Pérez
Dr. Javier Angulo Cuesta
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