METHODUS COGNOSCENDI, EXTERPANDISQUE EXCRESCENTES IN VESICAE COLLO CARUNCULAS
Introducción
El libro que la Oficina de Historia de la Asociación Española de Urología, presenta a los urólogos españoles Methodus cognoscendi, exterpandisque excrescentes in vesicae collo carunculas, es una reproducción facsímil del original, escrito en latín por el segoviano Andrés laguna y que se encuentra en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense; fue editado en Roma en abril de 1551 por Valerio y Luis Doricos; y reeditado en Alcalá de Henares, en 1555, por Juan Brocar, lo que indica el interés que despertó. Hemos realizado e incluimos en la presentación su traducción al castellano.
La obra es una pequeña monografía, netamente urológica, cuyo principal interés reside en la prioridad histórica, ya que el autor se adelanta a los restantes médicos renacentistas al escribir sobre una nueva patología, las carúnculas o carnosidades uretrales, no conocida ni citada hasta ese momento por ningún otro, la analiza como una enfermedad nueva, describe su etiopatogenia y sus características y añade un tratamiento original.
Andrés Laguna, nacido en Segovia entre 1494 y 1499, fue uno de los principales baluartes de la España del siglo XVI, hombre de preclara inteligencia que dominaba en profundidad las lenguas clásicas, griego y latín, destacó como gran humanista por la amplitud de sus conocimientos y fue conocido como el Galeno Español; su sagacidad u elocuencia políticas le hicieron preconizar la unión de los pueblos europeos; excelente científico tanto por su actitud docente como médica, fue un anatómico cuidadoso que ya descolló desde su época de estudiante en París, donde publicó, en 1535, Anatomica Methodus seu de Sectione Humani Comtemplatio, obra en la que recoge, con anterioridad a Vesalio, sus observaciones de las disecciones anatómicas con descripciones de gran valor y en la que recomienda, también, el estudio de la Anatomía con la práctica de la disección. Tras su estancia en Lutecia (París) regresó a Toledo, en donde se doctoró; fue profesor en la Universidad de Alcalá de Henares y, más tarde, de anatomía en la de Bolonia, en la que también alcanzó el grado de doctor; sobresalió como clínico y cirujano notable y fue médico de Cámara del Emperador Carlos V, a quien acompañó en sus viajes por Europa; residió luego unos doce años en Italia, como médico de los Papas Pablo III y Julio III, que le nombraron «Conde Palatino» y «Caballero de la Orden Pontificia de San Pedro». Regresó a España en 1557 y, fue designado Protomédico por Felipe II, se retiró a su ciudad natal, en donde se dedicó a sus escritos y donde permaneció hasta su muerte acaecida en 1560.
Fue un escritor prolífico con quince obras publicadas, entre las que cabe resaltar Galeni Omnium operum, exceptiis, quae in Hipocratem compossuit, Epitome, editada en Venecia en 1551; considerada como la más importante de las suyas, se encuentra dividida en cuatro partes; la primera trata de los órganos; la segunda, del conocimiento de las enfermedades y de la conservación de la salud, y, en la tercera, expone las diferentes enfermedades y sus métodos curativos. Pero entre toda su biografía sobresale su monumental Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, traducido del original griego en castellano, ilustrado con anotaciones, y con las figuras de innumerables plantas esquisitas y raras, editada en Salamanca por Matías Gast en 1556 y dedicada a Felipe II, con la que quería estimular entre los médicos españoles, escasamente versados en ella, el interés por la botánica, y en la que Laguna traduce y comenta esta gran obra del botánico griego del siglo I, a la vez que añade nuevas plantas y el nombre de cada una de en diez idiomas, la acompaña de 650 láminas de vegetales y de animales, y aún hoy en día representa un libro de consulta. En relación con la Urología realizó, en su época de estudiante en la Universidad de París, y dedicó a su padre, la traducción del griego de la obra de Galeno
De Urinis, editada en París en 1536.
El libro que comentamos, Método para conocer y extirpar las carúnculas que nacen en el cuello de la vejiga, presentado en tamaño de octava y escrito en latín, consta de 53 páginas, 49 dedicada al texto y en el resto incluye unas notas «Ad lectorem» sobre la antedicha y principal obra de Galeno. Encontramos en él tres partes bien diferenciadas: la presentación con su dedicatoria; primera, acerca de quién fue el descubridor del método y cómo conoció el remedio; la segunda y la tercera, en la que realiza el análisis propio de la enfermedad.
Lo inicia con una epístola dedicada al protomédico del virrey de Nápoles, Marino Spinello; comienza, a modo de prólogo, con la indicación de que quienes guardan para sí el conocimiento del Arte de curar que pueden ayudar a la vida de los mortales deben ser declarados como enemigos del género humano, y para reforzar esta idea cita a Galeno (pp. 5 y 6).
El conocimiento del remedio y del método de utilización para acabar con la enfermedad le fue comunicado por Felipe Lusitano, su descubridor y hombre experimentado que lo ejercía con extraordinaria destreza, cura que una vez comprobada su efectividad por él se dispone a divulgar para entendimiento y provecho del género humano (pp. 7 a 11).
El cuerpo de la obra es el estudio de las carúnculas, que engloba la sintomatología, expone la supresión de orina como causa de muerte desconocida por los médicos, el diagnóstico clínico de la enfermedad y su diferencia con los cálculos de la vejiga; define claramente la etiología gonocócica de la enfermedad, a la que no duda en atribuirle un origen venéreo (pp. 15 a 19). Explica cómo se forman las carúnculas «por haber infección contaminación… pasa todo por el meato y más aún por el mismo cuello de la vejiga…, se calcifican al comienzo: luego su dureza corroe, se distribuye, punza y ulcera mordazmente…cuando el cuello se ha ulcerado sale pus concentrado antes de la orina con dolor acerbísimo durante la micción… una ulceración en el cuello de la vejiga conduce a la carúncula por reacción» (pp. 20 y 21). Prosigue a lo largo de siete páginas con los remedios que se deben aplicar para evitar que aparezca la ulceración o la producción de la gonorrea y que se extienda y dé lugar al tumor, todos ellos con regímenes dietéticos además de administrar cocimientos, jarabes y pociones con virtudes emolientes, acompañado de ungüentos, emplastos, fomentos y preparados diversos aplicados de formas varias, tanto localmente como o por medio de irrigaciones, de clisteres, o de colirios (pp. 23 a 30).
Expone las consecuencias que conlleva la falta de tratamiento «si en realidad esta clase de úlceras se pasan por alto, o no se toman en consideración, vendrá un tumor extraño… una carne excrecente saliendo en el cuello de la vejiga o en otras partes del meato de la orina, la cual produce dificultad en la micción de tal manera que solamente sale orina gota a gota con gran esfuerzo»; así afirma que no hay salida posible de la orina cuando la carúncula afecta el meato y con frecuencia busca otros caminos de salida por entre los testículos o la ingle (pp. 30 a 33).
Describe a continuación los tipos de tallos y candelillas o bujías, y las medidas que tienen que tener, tanto para los diversos tipos de hombres como para las mujeres, explica el método de cateterizar la uretra y qué hay que seguir para usarlas, así como los problemas que pueden surgir y los cuidados que hay que mantener para evitarlos (pp. 34 a 40).
Y, por último, añade el tratamiento, el modo de llevarlo a cabo, explica cómo se aplica el emplastó de Maese Felipe para destruir las carúnculas y cómo conoceremos que la curación se ha producido y que aquella ha sido extirpada, así como cuando aquella es completa «cuando con la candelilla se llega con mucha facilidad a la vejiga y la orina sigue su curso libremente» (pp. 40 a47), todo ello «con suficientes datos para que cualquiera cirujano pueda atender a los que padezcan carúnculas del cuello de la vejiga y fácilmente acaben con ellos» (p. 49).
Las estenosis de uretra ya eran conocidas en la antigüedad y fueron descritas por Heliodoro en el siglo I y por Galeno en el II; Joanes Arculano (1419-1484), profesor de la Universidad de Padua y de Ferrara describe, en el capítulo «De dificultate urinae» de su tratado Práctica médica, que las lesiones en el cuello de la vejiga provocan retenciones de orina. Todo ello era del dominio de Andrés Laguna, quién realiza el análisis del cuadro clínico producido por las estrecheces uretrales, que explica con precisión y que domina carúnculas, así como señala su origen gonocócico; lo que le otorga una prioridad científica absoluta en su descripción y en su análisis etiológico; la causa de la obstrucción intuimos que debió observarla como anatómico en sus estudios de los cadáveres de los fallecidos por retención de orina, en los que apreció la presencia de cicatrices fibrosas y endurecidas producidas por las estenosis uretrales, además de algún pólipo, tumor o adenoma prostático; englobado todo ello en un origen común que define como carúncula, carnosidades o excrecencia y, de este modo, les atribuye el origen de la retención.
Las bujías de cera o candelillas, así como los tallos metálicos, de plata, cobre o plomo, eran usados ya por Pablo de Engina (625-690) y por Abulcasis (639-1013) para desenclavar los cálculos que obstruyen la uretra y provocan retención de orina, devolviéndolos a la vejiga, método que, a mediados del siglo XV, Antonio Guarneiro, profesor de la Universidad de Pavía, describe en su opúsculo De calculosa pasione, Laguna los utiliza para dilatar las estenosis, y aprende del portugués Maese Felipe, el descubridor del método y muy probablemente un empírico, la aplicación del ungüento que corroe y destruye las carúnculas y, satisfecho de sus resultados, decide dar a conocer el tratamiento, explicándolo con detalle para que cualquier cirujano pueda utilizarlo y, de este modo, acabar con la enfermedad, en lo que apreciamos su carácter humanista de médico bienhechor.
La patología de las carúnculas despertó un gran interés entre los médicos del Renacimiento, y varios autores se disputaron su descubrimiento. El italiano Alonso Ferri (1500-1595) escribió De caruncula sive callo qua cervici vesicae innascitur, publicado en Leiden, en 1553, en el que trata las estenosis uretrales con una sonda con corte; el portugués Amato Lusitano (1508-1561), en su Curationun medicinalium centuriae septem, publicada en Venecia en 1557, en la cuarta Centuria afirma que fue Lorenzo Alderete, catedrático de Prima en Salamanca, su maestro y el inventor del remedio con el emplasto corrosivo y quien le enseñó a servirse de las candelillas y que el llamado Maese Felipe lo aprendió de él y lo difundió por Europa. El alcalaíno Francisco Díaz (1527-1590) en su Tratado nuevamente impreso de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la uretra y orina, impreso en Madrid, en 1588, refuta esta aseveración y reafirma la tesis de Laguna; el Dr. Víctor Escribano García (1870-1960), en su estudio La cirugía y los cirujanos españoles del siglo XVI, al hablar del Dr. Alderete, pone en duda que conociese el uso de las candelillas y por tanto que pudiera enseñárselo a Amato Lusitano.
De entre los autores españoles que escribieron sobre las carúnculas en el siglo XVI encontramos al aragonés Francisco Morel, en su obra De carbuncos y callos de la vía de la orina, y el valenciano Miguel de Leriza, con su Tratado del modo de curar las carnosidades y callos de la vía de la orina, editado en Valencia en 1597, en los que reflejan su práctica en el tratamiento de esta patología sin añadir nada nuevo.
La existencia de estas carúnculas fue descartada tras la aparición de los estudios anatomopatológicos de Morgagni (1682-1771), quien, en 1761, en su tratado De sedibus et causis morborum per anatomem indagatis realiza una clara distinción entre las estenosis de uretra, la hipertrofia prostática y los tumores de la vejiga, con lo que precisa el origen de la patología obstructiva urinaria, sin que ello le quite mérito a los médicos que en el siglo XVI estudiaron y describieron las carúnculas como causa patológica de la obstrucción urinaria y que, además, idearon y pusieron en práctica una efectiva técnica para su tratamiento.
Mariano Pérez Albacete
Coordinador de la Oficina de Historia
de la Asociación Española de Urología
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